Ecoarte no es solo una propuesta o el resultado de una idea. Es también la historia de años de búsqueda compartida. Una búsqueda –y sus hallazgos- orientados a encontrar nuevas vías de expresión para dar cuenta del conflicto entre el ser humano y la naturaleza. La originalidad de Ecoarte radica en que, desde sus orígenes, se ha centrado en integrar ciencia y arte por considerarlas formas de conocimiento complementarias e indispensables para expresar la complejidad de la problemática ambiental.
El movimiento inicial del proyecto surge en la década de los años 80, con la toma de conciencia de que, en esos momentos, la huella ecológica de la humanidad sobre el planeta comienza a dispararse peligrosamente. Y es que durante esa década fue la última vez en que la humanidad consumió recursos y produjo desechos a la misma velocidad a la que la naturaleza podía reponerlos y degradarlos. Esto explica que fuese también un tiempo de lucidez para imaginar y construir Ecoarte, desde la intuición de que ni la ciencia por sí sola ni las artes de forma aislada podrían expresar y transmitir el profundo sentimiento de desarraigo que habitaba en el corazón de nuestras formas de vida.
Inicialmente, este reto fue asumido de forma individual por María Novo. Su mensaje, en forma de cuadros y poemas que dialogaban con principios científicos, trataba de acercarnos a la comprensión de las reglas de la vida sobre el planeta. Y se proponía hacerlo conciliando el fondo y la forma a partir de la idea de que si la naturaleza es una trama de relaciones, es desde las relaciones como hemos de aproximarnos a ella. Lo que vino a continuación fue un primer paso que comenzó a trazar puentes entre los saberes de la ciencia y del arte. El proyecto Ecoarte nacía así con el objetivo de integrar lo que tan frecuentemente estaba desunido, con la finalidad de promover un encuentro fecundo entre las artes y las ciencias de la naturaleza y de la sociedad.
La propuesta gravitaba, en esencia, sobre una rebelión: suponía rebelarse contra el pensamiento dual que había invadido por largo tiempo el paradigma de la Modernidad. Romper con las falsas fronteras, tanto en el ámbito del conocimiento como en la peligrosa disyunción entre las personas y la naturaleza. Para ello, era preciso crear espacios reales y simbólicos en los que un nuevo paradigma integrador se abriese paso, expresase la complejidad sin escamotearla, comprometiese a los humanos con el cuidado de la casa común. Así fue surgiendo una obra que quería hablar, a la vez, de lo visible y lo invisible, lo sencillo y lo complejo, lo que la razón analítica descubre y lo que el corazón y la mente intuitivos alumbran para iluminar la incertidumbre.
Con estas inquietudes transcurrió más de una década de tanteos, de indagación y búsqueda personal mediante la investigación y el trabajo creativo. También de reflexión, que iba tomando cuerpo en conferencias, seminarios, congresos, en los que, a base de plantear y compartir el proyecto Ecoarte, éste se iba enriqueciendo, encontraba cobijo en otras mentes y sensibilidades. En ese proceso, el sueño de la transdisciplinariedad comenzaba a abrirse paso mediante un mensaje que trataba de mostrar que la integración entre elementos aparentemente muy distintos (y distantes) resulta posible.
Desde estos supuestos, lentamente, Ecoarte comenzó a temblar en muchos corazones al unísono. Pronto éramos un pequeño grupo los que queríamos debatir estos temas, decirlos en alto. La singularidad de nuestra propuesta era que nos proponíamos hacerlo ocupando un espacio inédito o poco frecuentado: el de las relaciones, en este caso la zona intermedia entre la ciencia y el arte entendida como un espacio vinculante, una oportunidad para el abrazo. Así brotaron poco a poco nuestros Seminarios convocando a científicos y artistas a una aventura de complicidad, con resultados muy satisfactorios.
En el año 1998 se produjo la presentación oficial del proyecto con una primera exposición organizada por la Diputación de Sevilla en esa ciudad. Los cuadros y poemas de Ecoarte se sometieron a una larga y lenta conversación con el público y la crítica, en un clima que sólo puede resumirse como estimulante.
Supimos que estábamos en el buen camino, así que el reto era seguir investigando y seguir produciendo propuestas integradoras. Se abría un tiempo intenso, creativo. Iniciamos un nuevo proyecto de investigación, financiado por la Caja de Ahorros del Mediterráneo, con gran suerte: la singularidad y los objetivos de Ecoarte llevaron a la UNESCO a interesarse por el proyecto y darle apoyo. Así, en el año 2001, se desarrolló en la sede de esta organización en París la presentación internacional de Ecoarte, con una exposición de pintura y poesía que convocó a un amplio elenco de científicos y artistas. El eco recibido nos confirmó que estábamos en la dirección adecuada, que la gente se aproximaba, a través del mensaje y los materiales expositivos del proyecto, a las reglas de la vida y los vínculos ser humano/naturaleza, todo ello desde un sutil espacio intermedio de relaciones entre el saber científico y el artístico.
Los apoyos recibidos, el interés suscitado en diversos colectivos, lograron estimular la mente y el corazón de quienes íbamos construyendo Ecoarte. De ese estímulo surgieron las fuerzas y las señales para ir avanzando, día a día, en el encuentro entre el saber construido y el saber que se construye, que es, al fin, el abrazo de la imaginación -la gran maestra de la vida- con la realidad. De su mano comprendimos que, por fortuna, el conocimiento no es reproductor sino creativo, que “creamos” realidad con la misma intensidad con que creemos conocerla.
A la exposición de París siguieron otras en diversas ciudades españolas y varios Seminarios de reflexión entre científicos y artistas en los que participaron músicos, escultores, pintores, filósofos, poetas... y, a su lado, ecólogos, geógrafos, físicos, ingenieros… De ellos nacieron dos Manifiestos cuya repercusión internacional ha sido notoria. Al mismo tiempo, el proceso se ha ido enriqueciendo con la publicación de varios libros y artículos y con un gran número de conferencias que, hasta el día de hoy, han contribuido y contribuyen a ampliar y difundir la voz de Ecoarte asociada al diálogo ciencia/arte y a la búsqueda de una reconexión de la humanidad con la naturaleza.
Últimamente hemos participado en otro proyecto de investigación financiado en el Plan de I+D+i del MINECO, sobre Arte y Ecología, que ha dado lugar a varios Seminarios y que concluyó con la publicación en 2015 de un texto transdisciplinario del mismo título.
Como una señal de madurez, la dirección de Ecoarte se ha hecho más amplia. Ahora la comparten la Dra. María Novo, Catedrática UNESCO de Educación Ambiental y Desarrollo Sostenible de la UNED, y el Dr. Carlos Montes, Catedrático de Ecología de la Universidad Autónoma de Madrid. Esta dirección a dos manos supone, por un lado, el resultado natural de dos décadas de trabajo en común. Por otro, es sin duda un enriquecimiento y un estímulo en la tarea de continuar impulsando seminarios, exposiciones, conferencias y publicaciones que sigan dando vida a este proyecto.
Contamos con un Comité científico/artístico presidido por el Dr. Federico Mayor Zaragoza, que une en su persona la condición de bioquímico y el alma de poeta, con varios libros de poemas publicados. En el Comité están presentes prestigiosos profesionales de ambos campos cuyos criterios y experiencia enriquecen nuestro proyecto y contribuyen a consolidarlo. Y nuestro Equipo de Trabajo reúne a un pequeño grupo de personas cuyas ideas e ideales sintonizan con los de Ecoarte.
Ecoarte tiene ahora un Ágora, un espacio que convoca a otros artistas y científicos que trabajan en la misma dirección, a fin de ampliar los mensajes, las experiencias, las propuestas… El Ágora es el resultado de los múltiples contactos que hemos ido manteniendo en estos años con creadores e investigadores que participan de nuestros mismos objetivos, que buscan la integración y la transdisciplinariedad, que tratan de generar espacios de encuentro y reflexión en la aventura de construir conocimiento complejo. También en la no menos importante aventura de redescubrirnos como seres ecodependientes, parte de esa naturaleza a la que, paradójicamente, los seres humanos estamos degradando.
Hemos llegado hasta aquí mediante el abrazo entre personas diferentes, formas distintas de ver el mundo que dialogan, saberes que rompen sus fronteras… Nuestra caminata se ha iniciado hace casi tres décadas con unos primeros pasos que, por fortuna o necesidad, no tenían pretensiones de llegar a ningún lugar seguro, sino de aceptar la complejidad y fragilidad de lo vivo, la incompletitud de todo conocimiento, y la feliz posibilidad de construir puentes y derribar fronteras en la aventura de interpretar el mundo y reconocernos en él.
Queremos reconectar al ser humano con la naturaleza, a la ciencia con el arte, a la pasión y la emoción con el pensamiento racional. Nos interesan, sobre todo, esos espacios poco ocupados, casi invisibles, en los que se producen los encuentros: las relaciones. Esos “ecotonos” físicos y simbólicos, ámbitos de interconexiones sutiles, que vinculan inexorablemente el destino de los seres humanos con el de la biosfera. Descalzos de grandes verdades, buscadores de nuevas preguntas, asumimos la tarea, sencilla e ilusionante, de tratar de integrar los saberes científicos y artísticos para darle un sí a la vida haciendo visible lo invisible.