La necesaria orientación de nuestras sociedades hacia modelos de desarrollo sostenible es uno de los imperativos básicos del siglo XXI. Al mismo tiempo, uno de los rasgos anticipatorios de este tiempo que comienza es el mestizaje de personas, culturas y formas de conocimiento; el encuentro entre distintos lenguajes y saberes; la aceptación de la unidad en la diversidad.
El medio ambiente global necesita de soluciones creativas e innovadoras, soluciones que nazcan no de forma sectorializada o reduccionista, sino como fruto del diálogo entre formas diversas de conocimiento, del encuentro integrador de expertos provenientes del mundo científico y artístico.
Porque Ciencia y Arte nos interpelan hoy día acerca del modo en que afrontamos nuestro papel en el planeta y también sobre cómo ponemos en juego nuestras capacidades para descubrir e imaginar, actitudes ambas que están en la esencia del conocimiento.
Directora: Dra. María Novo Villaverde
Fechas: 26 / 29 de septiembre de 2001
Lugar: Centro Educativo “Torre Guil” (Murcia)
Como una aportación positiva ante estos desafíos, durante los días 26 al 29 de noviembre de 2001 se celebró en el CEMACAM Torre Guil (Murcia) el Seminario Descubrir, imaginar, conocer: Ciencia, Arte y Medio Ambiente, organizado conjuntamente por la UNESCO, la Caja de Ahorros del Mediterráneo y el Proyecto Ecoarte.
El Seminario acogió a reconocidos expertos en los campos del Medio Ambiente, la Ciencia y el Arte, con el fin de propiciar la integración transdisciplinaria de saberes, en la búsqueda de modelos de construcción y transmisión social de conocimiento que favorezcan la necesaria sostenibilidad ambiental. Se desarrolló bajo la dirección de la Dra. María Novo, e intervinieron como Coordinador y Relatora respectivamente el Dr. Francisco Cánovas y Dª María Rábade.
Concluidos los debates, los participantes en el Seminario adoptaron una serie de resoluciones y propuestas que, por su interés general, han decidido presentar a la sociedad bajo forma del siguiente Manifiesto:
• Vivimos una situación de crisis ambiental, con fuertes problemas de desarrollo y un desigual acceso a los recursos por parte de los distintos grupos humanos. En la raíz de esta crisis se encuentran diversas concepciones propias de la Modernidad que convendría superar a través de un conocimiento ambiental que incorpore las nuevas teorías científicas sobre el conocimiento y permita la integración de distintos enfoques (ético, económico, ecológico, etc.) para una interpretación transdisciplinaria de los problemas ambientales y para progresar en un desarrollo más sostenible.
• La historia de la humanidad es la historia de sus crisis. El proceso de cambio inherente a nuestra actual situación es como un viaje: necesitamos saber a dónde queremos ir. El territorio y el tiempo son elementos constitutivos del viaje, pero también es necesario un plus de imaginación, de creatividad, que nos oriente sobre nuevos caminos y nuevas maneras de andarlos, fórmulas innovadoras y elecciones más libres.
• Los movimientos migratorios son uno de los principales factores de cambio en nuestras sociedades, cada vez más plurales y multiculturales. Es preciso incidir en la valorización de las diferentes manifestaciones de la cultura, el reconocimiento de la diversidad étnica y la configuración de una nueva sociedad más abierta, intercultural y solidaria.
• Los actuales modelos de desarrollo, promovidos esencialmente por intereses económicos y desligados con frecuencia de orientaciones éticas y culturales, crean un impacto negativo sobre el territorio y la ciudad, inciden en el deterioro de la vida rural, y favorecen la incomunicación, la aparición progresiva de islotes y áreas de marginación en el interior de las ciudades, y desequilibrios territoriales de diversa naturaleza.
• Es importante evaluar el impacto de las construcciones humanas sobre el paisaje, proceso que nos remite a un entendimiento del paisaje como historia, como lugar donde el tiempo se hace humano, para finalmente construir sin destruir. Hoy en día, el paisaje es resultado de la convergencia de fuerzas naturales y culturales.
• Existe un acoplamiento entre el uso de los recursos y las presiones ambientales con el desarrollo; debe buscarse un desacoplamiento progresivo, hasta alcanzar un mayor desarrollo y calidad de vida con menos recursos y presiones ambientales, lo que implica una desmaterialización progresiva de la economía.
• Hay que avanzar hacia nuevos modelos multifuncionales de desarrollo urbano orientados a la consolidación de ciudades que favorezcan las relaciones interpersonales y comunitarias y reduzcan las presiones sobre los recursos y los impactos sobre el medio ambiente local y global.
• Nos parece sumamente importante, en momentos críticos como los actuales, incidir en las ideas de sostenibilidad y calidad de vida, que aúnan preocupaciones de diversa índole y nos sitúan ante opciones ecológicas pero también sociales, orientadas por el principio de equidad.
• Asimismo, se hace necesario recuperar el sentido humanista de la integración de las prácticas y los saberes, en un nuevo paradigma holístico y comprehensivo, en apertura a la fusión y a la unidad de todos los elementos disociados, como modo de superación de las antinomias propias de la cultura occidental moderna.
• En este proceso de cambio, el Arte y la Ciencia están llamados a desempeñar una importante función, tanto en lo que respecta a la creación y transmisión social de modelos éticos y estéticos alternativos, como por lo que se refiere al compromiso de científicos y artistas en practicar una Ciencia y un Arte ligados al tiempo que les ha tocado vivir, sin tener que olvidar por ello el valor de sus orígenes.
• Ciencia y Arte son dos construcciones humanas, contextuales, y sujetas a cambios históricos. Ambas operan como formas de conocimiento complementarias, que se necesitan para la interpretación del complejo entramado ambiental y los desafíos del desarrollo. Es preciso superar el clima de separación en que se desenvuelven y propiciar el encuentro fecundo entre ellas, para lograr un conocimiento ambiental integrado e integrador.
• Científicos y artistas deberían aunar sus esfuerzos y mejorar su colaboración, tanto en la búsqueda de alternativas a la presente crisis ambiental como en el planteamiento de escenarios futuros de vida sostenible sobre el planeta. La deseable reconciliación Ciencia /Arte podría dar lugar a un conocimiento mestizo, enriquecido por la confluencia de ambos saberes.
• Se han detectado algunas ideas-clave comunes a ambos campos, el científico y el artístico, que podrían funcionar como ejes para este necesario reencuentro. Destacamos las siguientes:
a) los vínculos que ligan a toda producción científica o artística con el contexto, con el autor/investigador o el autor/creador, y con el estado de la cuestión.
b) los límites, puesto que tanto el científico como el artista trabajan condicionados por límites materiales y sociohistóricos. La Ciencia, precisamente, nace como consciencia de los límites. El Arte, en cambio, toma los vínculos como un reto a la creatividad.
c) el tiempo. En tanto el tiempo de la naturaleza se nos muestra como un tiempo armónico, el tiempo de la técnica parece no conocer pausas. Frente al “tiempo acelerado” que amenaza con instaurarse en la vida cotidiana, el Arte puede propiciar miradas que actúen como frenos a la prisa, que enseñen a mirar o a escuchar, que creen espacios para el silencio, la atención, la concentración y la reflexión.
d) la sostenibilidad, como una tendencia reequilibradora de los graves desajustes que sufren la naturaleza y la sociedad en el marco del actual sistema de producción y consumo. Probablemente sea preciso comenzar por hacer el sistema menos insostenible, para ir avanzando hacia la sostenibilidad que, si es algo, es capacidad de imaginar y construir otro mundo mejor, tarea que compromete esencialmente a científicos y artistas con su entorno.
• La Ciencia y la Técnica deberían estar al servicio de la calidad de vida de todos los habitantes del planeta. Es necesario romper el desequilibrio científico-técnico existente entre el llamado Primer Mundo y los países en vías de desarrollo, con el fin de mejorar las condiciones humanas y sociales en que se desenvuelve la mayor parte de la humanidad.
• Las Artes pueden contribuir, asimismo, de forma decisiva en este proceso de mejora de la calidad de vida global, promoviendo el desarrollo de una visión crítica del mundo, impulsando la creatividad, las relaciones personales y sociales, la tolerancia y la solidaridad. Es preciso devolver a las Artes el derecho y el compromiso de ser una fuerza transformadora.
• La Ciencia y el Arte deben dialogar entre sí para producir espacios transdisciplinarios de creación de opinión y de decisión, de modo que se extienda un modelo de desarrollo verdaderamente sostenible, que mejore la calidad de vida de los grupos más desfavorecidos, reconduzca el mal uso de los recursos naturales y corrija la exclusión social. Para ello, se hace necesario avanzar en la realización de proyectos concretos que movilicen la conciencia ciudadana y muestren los aspectos positivos de un cambio de rumbo en la concepción global del progreso.
• Es preciso trabajar “en las orillas” de la vida, en los lugares donde se produce el encuentro entre distintas culturas, saberes complementarios, personas de una y otra condición, con el fin de favorecer un planeta mestizo en el que tengan cabida, de manera armónica, las diferentes concepciones y expresiones del mundo.
• La calidad de vida depende, en buena medida, del territorio y de las estrategias y técnicas de asentamiento, desplazamiento y comunicación asociadas. El espacio se está disolviendo físicamente. El tiempo técnico es un tiempo sumamente acelerado. Como artistas de la temporalidad, los músicos, los poetas, los pintores, pueden educarnos en el uso de otro tiempo y plantear ritmos alternativos que restauren las coordenadas espaciales.
• La belleza y la estética pueden contribuir a la regeneración del espacio público. Sería, por ello, deseable que, en el diseño urbano y en el tratamiento de los espacios naturales, se incorporasen creaciones artísticas de calidad, así como también que muchas obras de arte saliesen de los museos y, en un proceso de “pérdida del pedestal”, fuesen incorporadas, aunque sea temporalmente, a los espacios públicos.
• En el plano educativo, junto con los contenidos científicos es preciso revalorizar la capacidad del Arte para potencia una mirada y una escucha más sensibles y conscientes, y para restaurar un concepto más pleno de la experiencia, lo que permite al ser humano adueñarse de su propio tiempo y del protagonismo de su vida.
• Parece que una metodología oportuna podría ser aquella que, desde la Ciencia y el Arte, propusiese a las gentes, para la interpretación de los problemas, un amplio sistema de modelos y metáforas, que pudiesen actuar como puentes entre lo imaginario y lo real, contribuyendo así a la construcción social del saber.
• La educación debe potenciar las múltiples posibilidades de percibir la verdad y la belleza, que están sujetas a cambios y, en su negociación personal y colectiva, rompen la polaridad sujeto-objeto. Es preciso enseñar a los jóvenes a “estar” en la naturaleza y a “ser” con ella, no sólo a contemplarla. También se debería avanzar, sobre todo en el nivel universitario, desde los actuales procesos de conocimiento teórico, hacía fórmulas prácticas y comprometidas de “inmersión” de los estudiantes en el mundo real, de modo que parte de su proceso formativo lo realizasen allí donde se están dando los problemas ecológicos y sociales, afrontando “in situ” las cuestiones candentes del desarrollo contemporáneo.
• Los procesos formativos necesitan incorporar una concepción integradora de la Ciencia, el Arte y el Desarrollo Sostenible. Hay que promover desde la educación una nueva mirada, fundamentada en la ética y la estética, que nos permita enriquecernos como personas, tener una visión global del mundo, y perfilar las nuevas necesidades económicas, sociales y culturales de todos los habitantes del planeta, lo que implica, entre otras cosas, un proceso de desmaterialización en el Primer Mundo.
• La mirada del niño, del discapacitado, del inmigrante, del otro... pueden enriquecer la visión de la ciudad, de forma que ésta sea un lugar para el buen vivir. Los niños pueden ser considerados como excelentes indicadores ambientales. Ellos son actores de la vida en comunidad, que reclaman de la ciudad seguridad y belleza. Una sociedad que es buena para los niños es buena para todos. Una ciudad que permite que los niños jueguen en sus calles, vayan caminando al colegio, disfruten sin riesgo de los espacios comunes, será sin duda una ciudad sostenible.
• Las posibilidades de un cambio en las direcciones señaladas pasan no sólo por apuntar soluciones concretas sino también por seguir imaginando escenarios futuros en los que sea posible una visión unitaria del mundo y el conocimiento, así como mayores aproximaciones a la sostenibilidad ecológica y social. De Seminarios como éste pueden seguir surgiendo ideas con un valor prospectivo, anticipatorio, que posteriormente puedan ir confrontando su viabilidad en los contextos reales.
• La reciente estrategia de la U.E. de desarrollo sostenible es una iniciativa de interés en la búsqueda de una referencia de futuro, que debe perfeccionarse y replicarse a nivel nacional, regional y local. La Cumbre de Naciones Unidas de Desarrollo Sostenible en 2002 en Johanesburgo debe ser un hito en este desarrollo y concluir con un Nuevo Pacto o Pacto Global Norte-Sur.
• El Seminario consideró expresamente cuál debiera ser la función social de los pensadores e intelectuales, también de científicos y artistas, en un proceso de cambio hacia visiones integradas del conocimiento y modelos sostenibles de desarrollo. Hubo acuerdo en la necesidad de que se practique una Ciencia con consciencia y un Arte comprometido. Respecto a los responsables de la acción política y social, se consideró necesario que se comprometan explícitamente a favor de estos cambios. Este posicionamiento favorecería el análisis crítico, situándolo en un ámbito público que contribuiría a su aceptación social.
En Torre-Guil, Murcia, a 29 de septiembre de 2001.
J. Ramón Antúnez. Físico. Sevilla. Arcadio Blasco. Artista plástico. Alicante. Francisco Cánovas. Doctor en Historia. Ministerio de Asuntos Sociales. Madrid. Ismael Clark . Bioquímico. Presidente de la Academia de Ciencias. Cuba.José María Fibla. Artista plástico. Presidente de la Fundación Compte-Fibla para la Cultura Ambiental. Benicarló. Castellón. Rafael Hernández del Aguila. Doctor en Geografía. Director del Seminario Interdisciplinar de Medio Ambiente.Universidad de Granada. Domingo Jiménez Beltrán. Ingeniero. Director de la Agencia Europea del Medio Ambiente. Copenhague. Dinamarca. Gustavo López Ospina. Director del Programa EPD (Educación para un Futuro Sostenible). UNESCO. París. Michela Mayer. Física. Centro Europeo della Educazione. Frascati. Roma. Italia. Carlos Montes. Catedrático de Ecología. Director del Departamento Interuniversitario de Ecologìa. Universidad Autónoma/Universidad Complutense. Madrid. José R. Navarro. Ingeniero de Caminos. Urbanista. Profesor de Urbanismo de la Escuela de Arquitectura. Alicante. María Novo. Directora del Proyecto Ecoarte. Doctora en Filosofía y CC. de la Educación. Poeta. Artista plástica. Madrid. Jordi Pigem. Doctor en Filosofía. Profesor del Máster de Ciencia Holística. Schumacher College. Davon. Inglaterra. Luz Pozo Garza. Poeta y Filóloga. Académica. Real Academia Gallega. A Coruña. María Rábade. Poeta. Filóloga. Santiago de Compostela (A Coruña). Francesco Tonucci. Dibujante. Psicopedagogo. Centro Nazionale della Ricerca. Roma. Italia. Jesús Villa Rojo. Compositor. Madrid.
Directores: Carlos Montes / María Novo
Fechas: Sevilla, 29 de enero/1 de febrero de 2008
Lugar: Universidad Internacional de Andalucía (UNIA)
Al iniciar la Universidad Internacional de Andalucía sus Foros Internacionales “Saberes para el cambio”, el primero de ellos, dirigido por el Dr. Carlos Montes y la Dra. María Novo, y con la aportación del proyecto ECOARTE, se desarrolló en Sevilla del 29 de Enero al 1 de Febrero del año 2008 bajo el título “El papel de la Ciencia y el Arte ante el cambio global”.
El Seminario contó con la participación de reconocidos expertos en medio ambiente, ciencia y arte. Se desarrolló con una dimensión transdisciplinaria, durante las mañanas en debate interno del equipo de profesores y durante las tardes con ponencias y asistencia de público.
Concluidos los debates, los participantes en el Seminario adoptaron una serie de resoluciones y propuestas que, por su interés general, han decidido presentar a la sociedad bajo forma del siguiente Manifiesto:
Vivimos un momento histórico de transformaciones graves y cada vez más aceleradas. Un mundo en crisis genera el cambio global, con altas cotas de azar e incertidumbre. Ni siquiera un colapso socioecológico de dimensiones mundiales está excluido. Atravesamos una problemática que es ecológica, pero también política, económica, cultural y social; y que afecta directamente al bienestar humano. Los modelos de desarrollo inadecuados son en gran parte causantes de esta crisis: corresponde a la humanidad ser artífice de las soluciones. Se está viendo mermada la diversidad biológica y cultural que constituye la garantía más robusta de nuestras perspectivas de futuro: las lenguas y las palabras desaparecen incluso a un ritmo superior a la extinción de especies. Prácticas humanas como la ciencia y el arte, que no son neutrales, pueden y deben contribuir a una transición a la sostenibilidad.
Pese a los avances en la concienciación ambiental, que han sido desiguales y, por desgracia, quizá más superficiales de lo que creemos, seguimos sin afrontar el conflicto básico entre finitud de la biosfera y nuestros sistemas socioeconómicos en expansión continua, impulsados por la dinámica de la acumulación del capital. Este asunto constituye el elemento central de la crítica ecologista desde hace decenios.
Afrontar el cambio requiere la construcción de nuevas miradas sobre el mundo. Miradas creativas que nos permita interpretar lo que vemos y reconstruir los lazos que unen a las personas entre sí y con la naturaleza. Miradas integradoras que superen la percepción atomizada de la realidad y que vayan más allá de las soluciones a corto plazo, concebidas en términos lineales de causa-efecto.
Las nuevas miradas, y las prácticas coherentes con ellas, tienen el reto de asumir el conflicto y abordar con valentía el antagonismo que actualmente existe entre la economía y la ecología; entre la cultura occidental, que se autopercibe como universal, y otras culturas invisibilizadas; entre la lógica de la acumulación y la lógica de los cuidados; entre los tiempos de la vida y la velocidad de los negocios. Las nuevas ópticas se nutren de visiones científicas y artísticas complementarias, capaces de mostrar y alumbrar nuevos esquemas de pensamiento mestizo que nos enseñen a vivir enraizados en la tierra, respetándola y pisando ligeramente sobre ella.
Hay que cambiar para afrontar el cambio: y cambiar siempre cuesta. Hemos de superar los modelos que fragmentan y simplifican la complejidad del entramado ecológico y social. No hay un solo mundo. En este momento de crisis se hace urgente celebrar la diversidad de todo lo vivo y de la rica red de relaciones que lo constituye, para retejer vínculos sociales entre el ser humano y la naturaleza y entre el individuo y la colectividad.
Las sociedades humanas no pueden adaptarse a los cambios que ocasiona la crisis ambiental y social sin renunciar a nada. No es posible cambiar la vida sin cambiar de vida. Tenemos que soñar un futuro que nos permita avanzar hacia la sostenibilidad ecológica y la equidad social. Todos podemos ganar, pero para ello es preciso caminar hacia la autocontención y dejar atrás insostenibles prácticas consumistas. Es necesario también trabajar con la memoria y los saberes de los pueblos. Desde ellos, imaginar un futuro diferente será el primer paso para construirlo.
¿Qué pueden aportar el pensamiento científico, la creación artística y el diálogo entre ambos en la construcción de esta nueva mirada? La transformación necesaria tiene muchas dimensiones, y entre ellas una ineludible dimensión cultural. Nuestras formas de conocer, interpretar, investigar, dar sentido y celebrar el mundo han de cambiar. La creatividad cultural que se plasma en las ciencias y las artes puede ser parte del problema o parte de la solución. Un arte que fomente el consumismo irresponsable, por ejemplo, o una ciencia subordinada al proyecto tecnocientífico de incremento de la dominación, formarían más bien parte del problema. Pero un arte que alumbre las dimensiones de la finitud humana, o una ciencia de la sostenibilidad que contribuya a incrementar la resiliencia socioecológica y oriente nuestras prácticas hacia una gestión adaptativa de los cambios, formarían parte de la solución.
La ciencia y la tecnología tienen amplias posibilidades pero también límites. Para aprender a habitar la tierra con sabiduría debemos aplicar el principio de precaución en cuestiones como los organismos transgénicos, la introducción de sustancias químicas en las cadenas tróficas y tantas otras... La consciencia de nuestra ignorancia es importante, porque nos indica lo que no sabemos y nos obliga a aprender desde la incertidumbre. Aprender haciendo, hacer aprendiendo, supone no alterar irreversiblemente la dinámica de la vida natural y social.
La ciencia del siglo XXI debe volver a unir hechos y valores, superando las ilusiones de neutralidad, restituyendo los principios éticos e incentivando el control social como pautas de las políticas científicas y tecnológicas. Una ciencia sin conciencia resulta indeseable y peligrosa. Del mismo modo, necesitamos un arte comprometido con la vida y la sostenibilidad, más que una espectacularización de las prácticas culturales. Los procesos culturales inspirados por criterios éticos, que surgen de algunos científicos y artistas, así como de las redes ciudadanas son, a la larga, y a pesar de su complejidad, mucho más eficaces para el desarrollo humano y la igualdad de oportunidades, base de la construcción de una ciudadanía responsable.
Necesitamos superar los enfoques de la ciencia económica convencional. Su mecanicismo unidimensional reduce los valores de la vida a términos monetarios. Desde esta óptica, los principios que sirven de fundamento a este sistema están en contraposición con los que utiliza la biosfera para autoorganizarse. Otras economías son posibles a partir del análisis del intercambio biofísico entre sociedad y naturaleza, del reconocimiento de los límites de biosfera y del respeto a los procesos que la regulan. Otras economías son posibles si se abordan las relaciones socioeconómicas tomando en cuenta la especificidad de los contextos, de los sistemas socioculturales y de los sujetos.
No podemos olvidar que la cultura, entendida como experiencia elaborada y compartida, se está convirtiendo en un bien escaso de carácter especulativo, frente al valor de uso que debería tener. La diversidad de las prácticas culturales se ve amenazada por la mercantilización de la cultura. En un mundo en el que el acceso al conocimiento está cada vez más comercializado y dominado por las grandes empresas globales, la cuestión del poder institucional, el dominio público y la libertad de decisión resultan más importantes que nunca. Los líderes políticos y sociales tienen una responsabilidad especial a la hora de romper la mercantilización y privatización de la vida y de los bienes y saberes colectivos, y nosotros se la exigimos. Frente a las prácticas depredadoras e injustas, es preciso recuperar, desde la ciencia y el arte, el valor intrínseco de la vida, los bienes comunes, los nexos de reciprocidad, la gratuidad de los intercambios, las múltiples formas de resolver problemas sin pasar por el mercado...
Todas las culturas tradicionales saben que demasiado de lo bueno puede convertirse en malo: pero a la cultura occidental, aquejada de tecnolatría y mercadolatría, le falta ese conocimiento básico. Unas ciencias y artes reorientadas hacia la sostenibilidad contribuirán a redescubrir el camino medio, apreciar el tamaño óptimo de cada proyecto y situar el reconocimiento de la alteridad en el corazón de nuestra cultura.
Los cambios hasta ahora evocados implican también cambios en la idea misma de educación. Es necesario practicar un aprendizaje a lo largo de toda la vida, que nos conecte con los valores de la naturaleza sintiéndonos como parte de ella y no como dominadores. La educación debe superar la barrera entre conocimiento experto y conocimiento común, dando acogida a los saberes científicos y artísticos junto con los saberes tradicionales. La educación es una herramienta de emancipación que contribuye a la resistencia frente a la dominación y el pensamiento único.
En cada situación, aquí y ahora, al vivir nuestro presente estamos creando futuros: individuales y colectivos. El “aquí y ahora” es el lugar de nuestra responsabilidad. Somos constructores de futuro, conscientes hoy de las graves amenazas que pesan sobre el porvenir humano. Este futuro nos compromete, no sólo socialmente sino también de forma individual. Los grandes cambios comienzan con un paso, y ese paso puede ser la propia vida. Sociedad e individuo deben realimentarse dinámicamente, para dar a luz una forma de vivir sostenible y esperanzada.
Sevilla, 1 de Febrero de 2008.
Firmantes:
Narciso Barrera Bassols. Antropólogo. Instituto de Geografía de la UNAM. México. Manuel Delgado Cabeza. Doctor en Economía. Universidad de Sevilla. España. Santiago Eraso. Proyecto “Arte y Pensamiento” de la UNIA. España. Sagrario Herrero. Ingeniera Técnica Agrónoma. Ecologistas en Acción. España. Ezequiel Martínez. Periodista. Canal Sur Televisión. España. Michela Mayer. Física. Universidad de Roma. Italia. Federico Mayor Zaragoza. Bioquímico y poeta. Fundación Cultura de Paz. España. Carlos Montes del Olmo. Doctor en Ecología. Fundación Interuniversitaria Fernando González Bernáldez. SCOPE. España. María Novo Villaverde. Doctora en Filosofía y CC. de la Educación. Poeta. Cátedra UNESCO de Educación Ambiental y Desarrollo Sostenible. UNED. España. Jorge Riechman. Profesor de Filosofía Moral. Poeta. Instituto Sindical de Trabajo, Ambiente y Salud. España.